De primeros y segundos

Un servidor en el primer largo del Diedro Esteras este invierno


He escalado con todo tipo de primeros: guías, Yonkis de la apertura, compañeros de cordada, novatos en su primer día, amigos…

Y he escalado con todo tipo de segundos: los que se mueren de ganas por hacerse el largo bueno en primero y si pueden te lo roban. Los que no tienen experiencia, los que tienen experiencia pero ya les va bien así. Los que simplemente quieren que les lleven (muy diferente al anterior). Los que no andan en sus mejores días y con dar una vuelta por el monte les vale cualquier cosa, los novatos de estreno…En verano y en invierno…Lo que se os ocurra. ¡Y hasta he escalado con terceros! Pero esa es otra historia…


El accidente que tuvieron unos amigos bajándose de la Aguja en Ubiña hace unas semanas, y las charlas posteriores con ellos, me han hecho reflexionar sobre el concepto de “lo que supone llevar el peso de la actividad”. También me han hecho volver a reflexionar sobre la importancia del segundo de confianza, que permite al primero escalar hasta su límite y más allá. Este último matiz es crucial. 


A menudo, parece que lo único que nos importa es quién se hace el largo guapo en primero, mientras que obviamos nuestra contribución como segundos desde la reunión de abajo y a lo largo de toda la actividad. El concepto de “a lo largo de toda la actividad” es muy importante, ya que tiene muchas connotaciones.


El resultado final de una actividad se debe a la cordada como unidad, no a las contribuciones individuales. Sin embargo, a menudo pasamos por alto este hecho.


Comencemos con los primeros.


Habría una primera categoría, los guías y los Yonkis de las aperturas. En el caso de los guías he ido siempre aprender, a rodarme, a ver a lo que “sabe” una vía más cañera. A conocer una zona, ver de qué palo van las condiciones, qué te encuentras en comparación con las previs y cómo lo interpreta el guía…Amén de otros temas de formación específicos.


En el caso de los Yonkis de la apertura mi contribución es limitada. Básicamente, haces lo que te digan. No hay discusión sobre la aproximación, las condiciones, o el plan. Todo gira en torno a la gloria del aperturista y su proyecto. En estos casos, mi aportación o eso creía se limitaba a acompañar, a ver si me tocaba algún largo pintón de los fáciles y si tal, hasta en alguna ocasión podría intercambiar opiniones en ciertos momentos. Pero como quien dice mi sensación es la de que casi me carretaban. He hecho aperturas en sitios de los que no conocía ni el nombre, sitios en los que nunca había estado y de los que ni siquiera sabía que existían.


Lo que era genial de estos casos es que aprendías un montón, pero no te preocupabas para nada por el peso de la actividad. Solo tenías que asegurarte de estar en forma para seguirlos y poco más. Era solo relajarse, disfrutar y aprender. 


Vamos a hablar del segundo grupo, los compañeros de cordada. Este grupo es más grande y puede variar mucho, pero lo que los une es que todos comparten la carga de trabajo. En mi caso, lo más importante es saber que las preocupaciones se reparten. Si por lo que sea no puedo, el de al lado lo hará. No estás solo. Y cuando hay que tomar decisiones sobre la marcha, se toman en consenso. Y parece mentira, pero eso da mucha tranquilidad.


Esas típicas preguntas que te haces antes de meterte en la vía sobre la meteo, el estado del resalte famoso, la bajada, etc… No “pesan tanto”, sabes que al lado hay alguien que comparte contigo esa responsabilidad y eso es un gran alivio. 


Debo admitir que he encontrado la mayor satisfacción en las actividades que he realizado con estos compañeros.


Y nos quedaría un tercer grupo: los novatos y amigos. Estos tienen poca experiencia, pero tienen el coraje suficiente para hacer algunos largos en primero. Me he encontrado con todo tipo de personas en este grupo. Algunos están encantados de compartir la carga y se lanzan a lo desconocido, mientras que otros son más cautelosos y prefieren seguir las instrucciones. Aunque estos últimos pueden aliviar la carga, normalmente sabes que las decisiones finales recaen en ti. Sin embargo, el simple hecho de saber que van a hacer algunos largos en primero supone un alivio enorme. Puede parecer extraño, pero al menos en mi caso es así. 


Por último quiero compartir un ejemplo de una vez que repartimos la carga. Fue un poco diferente a lo habitual, así que me llamó la atención. Primero, me arriesgué con las condiciones y la ruta, lo que hizo que mi compañero se preguntara por qué no me había dicho que no.


Cuando llegamos al punto en el que tocaba poner crampones, la lluvia se había convertido en nieve y el día empezaba a clarear. Mi compañero admitió que tenía dudas, pero también reconoció que yo había tomado algunas decisiones acertadas. Pero teníamos que tomar más decisiones. En las últimas horas habían caído 5 cm de nieve nueva, lo que nos hacía dudar sobre el estado del manto. Sabíamos que había poca nieve, y que mucho de lo que veíamos blanco podrían ser sólo esos 5 cm sobre puro barro. Era una situación difícil.


Así que tomamos algunas decisiones. Primero, elegimos la ruta. Luego, basándonos en el estado del manto y la vía decidimos si nos encordábamos o no. A ratos nos parábamos y seguíamos tomando decisiones. No estábamos encordados, pero para mí fue como si lo estuviéramos. 


A pesar de que yo había escogido el sitio y el día en función de la meteorología, el resto de la actividad la hicimos como cordada y eso me dio mucha confianza en unas condiciones en las que leer el terreno era muy complicado.


Y ahora, hablemos de los segundos.


Para mí, lo mejor y lo peor de la escalada y el alpinismo es que son actividades que requieren de un compañero. No son deportes individuales. Por supuesto, hay excepciones y situaciones en las que puedes hacer actividades en solitario, pero no es lo habitual.


A veces, te encuentras con que es “el día” para ese proyecto o esa vía, pero no tienes compañero. Las ganas te devoran y no puedes renunciar porque no encuentras a nadie. Así que lías a alguien… 


¡Tengo un recuerdo de una actividad que me juré que nunca más volvería a hacer! Seis largos todos en primero. Ese día me di cuenta de que no envidiaba en nada el trabajo a los guías. Estaba agotado de escalar en primero y recuperar todo el rato a los dos segundos. Incluso tuvimos que bajar un largo antes del final de la vía porque se nos puso a llover. Al cabo de un rato salió el sol, pero mientras el resto de la cordada aún se hacía algún largo más, yo solo quería llegar al coche. Estaba agotado, flojo que es uno.


Volviendo al accidente de Ubiña de hace unas semanas, lo que pasó es que el primero, al acabar el largo difícil, no veía las cosas claras y decidió darse la vuelta y bajarse. Conozco su estilo de escalada y he visto las fotos que me envió de ese día. En condiciones normales pasa silbando. Pero dudó, no por las condiciones, ni por su estado físico ni por sus capacidades, sino porque no lo veía claro para su compañero de cordada. En el descenso en una rampa de nieve de unos 45 grados, pisando mal sobre la nieve, se produjo la caída y el accidente. Era un compañero con poca experiencia y lo pagó caro.


Para mí, este es un claro ejemplo de cómo “el peso de la actividad acaba condicionando el resultado”.


Con los segundos sin experiencia o bastante novatos, tanto en alpinismo de roca veraniega como en las invernales, siento el peso de la actividad en todas sus facetas y he encontrado una solución que me permite manejarlo con más tranquilidad: la aparición de los “terceros”.


… Pero como ya os he dicho en el primer párrafo esa es otra historia…



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