Los Yonkis de la apertura
Primer largo de La Isabel, año 2019
Hace unos meses, poco antes de las navidades, durante una de esas tardes de roco obligado, me comentaron que habían preguntado por mí. Cuando los interpelados contestaron que estaba “limpiando”, el curioso dijo algo así como: “Qué manía con dejar huella”. No recuerdo bien el inicio de la frase, pero sí lo de “dejar huella”.
No era la primera vez que a esta persona no le parecía bien mi afición por las aperturas. Es curioso porque lo primero que me vino a la mente fue pensar si lo de dejar huella era el motivo por el que él había abierto vías, “piensa el ladrón”. Porque en mi caso, mis motivaciones para abrir vías nuevas no tienen mucho que ver con dejar huella.
Hace tiempo que me ronda la idea de explicar lo que me motiva a meterme las curradas que suponen abrir según qué vías. Por supuesto, la principal motivación es escalar la vía. Como le comenté a un compañero de aperturas volviendo en coche de una tarde de curro, ni se me ocurre preparar una vía para no escalarla, ni de coña. Sin embargo, hay una realidad: nunca sabes si serás capaz de escalarla, de si podrás acabar el proyecto, si tendrás compañeros, hay que investigar y saber qué está hecho y qué no… Y así podría seguir, porque las variables son tantas que muchas veces no nos damos cuenta de todo lo que supone el que uno de estos proyectos llegue a buen puerto. No somos profesionales de esto, tenemos trabajos, familias, amigos, responsabilidades, etc. Y los proyectos en los que puedes abrir desde abajo y en el día escasean… O los que yo veo últimamente … Y ya no hablemos de invernales en las que tienes que esperar a que además haya condiciones, que la vía se forme, etc, etc…
Para comprender realmente este fenómeno, debemos remontarnos a los orígenes y buscar culpables: los Yonkis de la apertura. Tres individuos destacan: un guía de la Cerdaña que comparaba la experiencia con ir al huerto a recoger la cosecha, otro guía muy conocido de Gredos y un verdadero entusiasta de las aperturas invernales, cuya pasión por este deporte es tan intensa que parece ser su única motivación. Juntos, hicieron que la idea de explorar nuevas rutas en la montaña se convirtiera en una práctica habitual, transformando mi percepción de las paredes. Ahora, cuando veo una pared, una foto o un croquis, no puedo evitar dibujar líneas mentalmente.
Curiosamente, mi relación con estos Yonkis se limitó inicialmente a las actividades invernales. Las aperturas en roca surgieron como una extensión natural. En el noroeste peninsular, la temporada invernal es corta y las oportunidades para las aperturas invernales son limitadas. Sin embargo, quedan todavía algunas vías, como las “líneas mágicas” mencionadas por el guía asturiano Ángel Castro en una reciente publicación de Instagram. Pero son pocas y cuesta que se den las condiciones en los últimos inviernos. Y ya no hablemos si además tiene que ser en fin de semana…
Uno de los largos más bonitos que he escalado, apertura con Raúl Lora |
En las invernales, si la vía está formada y hay condiciones te metes y al lío. Pero en la roca ya es otra historia. No sé por qué, pero últimamente me tocan aperturas en las que hay mucho que sanear y mucha fisura que desenterrar. Además, a menudo es necesario instalar chapas y equipar reuniones.
Algunos os preguntaréis qué hace un escalador del montón abriendo vías… Bueno, a lo mejor la pregunta es ¿y por qué no?… En mi caso, hasta que me lancé “independientemente”, hubo muchas dudas a nivel personal sobre mis propias capacidades, físicas y psicológicas. Y también dudas técnicas, sobre lo que veía en la pared. ¿Será más o menos difícil de lo que me parece?, ¿los largos saldrán así o más cortos o más largos? Esa placa, ¿tendremos que meter chapas?, ¿el posible aleje del tercer largo será difícil?…¿Habrá que tirar ese bloque que se ve en el último largo?… Hay muchísimas incógnitas que descifrar, que son las que hacen que merezca la pena el trabajo.
Pero volviendo al tema de qué hace falta, si somos sinceros, para abrir vías nuevas no hay más limitaciones que las que tú te pongas. Esta es la realidad, sin más, pueden decirte misa. Otra cosa será el resultado, más o menos afortunado. Decisión, eso es lo que hace falta.
¿Y el estilo, cómo lo decides? ¿Sigues el de las vías ya abiertas en la pared o te vas por otro derrotero…? Aunque puede ser que sea la primera vía en esa pared… ¿En el día desde abajo o tocará limpiar y descolgarse de arriba? ¿Es una zona con según qué criterio ético? ¿Equipada, semi-equipada o totalmente limpia?… De nuevo, son muchas las dudas…
En mi caso, en cuanto al estilo, personalmente he optado por abrir lo más limpio posible. Por varias razones. Parece que da menos trabajo… Hasta que descubres que desenterrar las fisuras y dejarlas como a vosotros os gustan es toda una ciencia. Éticamente, parece que es lo más recomendable… Y tercero, es lo más económico. Pero al final, la pared es la que manda, y si abres vías siguiendo un concepto de seguridad razonable, acabas teniendo que trabajar más. Hay veces que equipo las reuniones por cuestión de seguridad, o porque no quedó más remedio que equipar dos reuniones y entonces ya tomas la decisión de equipar las que quedan en la vía y dejarla rapelable.
Pero recientemente uno de los compañeros de escalada me planteó un desafío…¿Por qué no abrir una vía nueva con chapas en todo el recorrido?… Mis convicciones éticas se estremecieron con la idea. Y finalmente sólo veo una posibilidad… Si se puede hacer forzando placas… Pero aún así me lo tengo que pensar… Bueno, esto no es del todo cierto, ya tengo un sitio en mente. Será un proyecto arriesgado en todos los sentidos, pero no imposible. Hay que resolver el tema económico, pero el proyecto ya está en la cola.
¿Qué me lleva a meterme en estos líos? Mi curiosidad me consume. Cuando veo una pared y me imagino una línea ya estoy perdido. Haré todo lo posible por arrancarle un buen puñado de secretos. A veces, me acerco al pie de vía, o usando la cámara con el tele. Otras veces, limpiando y saneando. Pero la mayoría de las veces escalándola, no hay más. Disfruto de las sorpresas que encuentro entre mis expectativas y la realidad.
Bueno, si no es por dejar huella, ¿por qué las divulgo y las publico? Es una buena pregunta. Hay varias razones. En primer lugar, me encanta ver la reacción de otros escaladores. Aprendo mucho de ellos, ya que ven cosas que yo no veo. En segundo lugar, siento la obligación de compartir. Hay gente que simplemente quiere escalar, no les interesa abrir vías nuevas. Si les proporcionas nuevas opciones, están agradecidos. Y seamos sinceros, a todo el mundo le gusta que le guste lo que haces.
Sin embargo, hay una cosa que no me gusta: forzar las repeticiones. Si le pido a alguien que repita una vía, es porque reconozco su experiencia y valoro su opinión crítica. Además, solo le pediría a alguien que repitiera una vía si sé que le gustará. No le pediría a nadie que haga una vía abierta por mí que sé que no disfrutará.
Pero, ¿por qué digo que no me interesa dejar huella? La primera razón, que ya me han propuesto, es nombrar una vía con los apellidos de los aperturistas. ¡Buff, no me apetece nada! Si fuera el caso, buscaría seguir escalando con más frecuencia con los Yonkis de los que hablaba antes. Me asegurarían unas cuantas buenas aperturas por temporada. No firmo las vías con mi nombre, uso un alias. Ni siquiera me gusta publicar fotos en el blog con mi cara. Sé que algunos me podrán reconocer por la ropa y el equipo, pero no busco para nada el reconocimiento. Como ya he dicho alguna vez, soy egoísta. Escalo porque me gusta, es la razón principal de todo. Las vías que estoy abriendo últimamente son vías cuya concepción surge normalmente de la colaboración entre el puñado de gente con la que escalo habitualmente. Son actividades sin ningún tipo de pretensión, nada más que la búsqueda de la diversión.
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Un intento que no salió, en la Ubiña pequeña, año 2020 |
Hace unos días leí el libro de Silvia Vidal, “Hay Luz entre las Cuerdas”. Un detalle me llamó la atención: ella, una escaladora “global” ganadora del Piolet de Oro, menciona el concepto de “primera mundial” cuando habla de una apertura. Creo que, en mi caso y en el de los Yonkis, obviamos totalmente ese aspecto “mundial”. Para mí, son aperturas locales, en un entorno local.
Y por último, no me siento dueño de la roca. Soy un privilegiado por tener la oportunidad de escalar por primera vez un paño de roca, hielo o nieve, pero nunca me he sentido con el poder de creer que los demás no podrán hacer con ese paño de roca lo que les apetezca. Si solo estamos de paso, ¿quién sabe qué harán con las vías dentro de 200 años?.
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